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miércoles, 9 de mayo de 2018

Adiós a un símbolo del neorrealismo italiano

Por Manolo

El mundo del cine acaba de despedirse hace poco de una de las figuras más destacadas de las últimas décadas del pasado siglo XX y principios del XXI. A los 86 años dejó de existir Ermanno Olmi, director de cine italiano de enorme consagración y experiencia tanto en la escena local como en el resto del mundo. Su deceso ocurrió en la ciudad de Asiago, ubicada al norte de Italia. Aunque el cineasta no era originario de esa región, sí había pedido explícitamente que sus funerales tuvieran lugar en la localidad. Varias personalidades del mundo del arte se desplazaron hacia ese sitio para despedirse de Olmi.

El alcalde de Asiago local, Roberto Rigoni Stern, declaró a los medios de prensa internacionales que se espera una masividad de visitantes en la ciudad. Los amigos del fallecido cineasta asistirán para brindar su apoyo a los familiares. Aunque por otro lado se espera un alza en el turismo, pues muchas personas llegaran a la localidad motivadas por la idea de conocer el sitio donde Olmi vivió sus últimos días.

Paolo Gentiloni, Primer Ministro de Italia, hizo llegar sus condolencias a los familiares y amigos de la destacada personalidad del mundo del cine. Olmi, quien había sido galardonado con el máximo reconocimiento del Festival de Cannes por su filme “El árbol de los zuecos”, caló en el corazón de personalidades de muchas otras manifestaciones artísticas. Así lo reflejó en un comunicado oficial el ministro de Cultura italiano, Darío Franceschini. El político también alabó como el cineasta lograba crear una composición poética para mostrar la relación entre la naturaleza y los hombres, así como entre lo espiritual y lo material.

Ermanno Olmi creció en una familia de origen campesina. Lamentablemente quedó huérfano a muy temprana edad. Para terminar sus estudios pasó incontables penurias hasta que decidió no continuar con una educación formal. Poco después se trasladó hasta la ciudad de Milán donde comenzó a tomar clases para aprender a recitar. A principios y hasta finales de la década de los años 50 del pasado siglo, Olmi comenzó a grabar para la prestigiosa compañía cinematográfica Edison. La producción del cineasta en ese período llegó a ser de más de cuarenta documentales. En la mayoría de ellos plasmo la situación de Italia tras la Segunda Guerra Mundial y el decaimiento de la producción industrial de su país natal.

Otro de los grandes del cine italiano, Roberto Rosellini una vez expresó sobre el trabajo de Olmi: “A través de su manera de hacer cine uno puede descubrir el mundo”. El también director pronició esa frase luego de que observara por primera vez en 1961, el largometraje de no ficción “Un metro lungo cinque”, estrenado en el Festival de Cine Industrial de Turín.

Mediante sus documentales, el fallecido Olmi instauró una técnica de uso de las cámaras que le permitió escarbar, como con una lupa, en las repuestas más humanas que emiten los rostros de las personas. Posteriormente, cuando comenzara su trabajo en filmes de ficción, esto le permitió emplear y repetir las dinámicas que poco a poco se convirtieron en su estilo y sello personal. En “Il tempo si é fermato”, su primer largometraje no documental donde abordo la amistad entre un joven citadino y el anciano guardián de un dique, esas herramientas dotaron a la cinta de una atmosfera más realista.

Su filme “L´Albero degli Zoccoli (o El árbol de los zuecos) narra la vida de campestre en una finca de Lombardía a finales del siglo XIX. Por ese largometraje obtuvo la Palma de Oro del Festival de Cannes en el año 1978. Su segundo gran éxito fue justo una década después con “La leyenda del santo bebedor”. El Festival de Cine de Venecia lo honró en 2008 con el León de Oro, reconocimiento otorgado a su trayectoria de vida y creación. Por otro lado, su última película, “Il villaggio di cartoné”, estrenada en 2011, si bien fue alabada, muchos críticos señalaron que no fue de los mejores filmes del autor.