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martes, 12 de junio de 2018

La cibernética y el control de epidemias

Por Janet Rios

Podemos distinguir en la propagación de epidemias una común causa fundamental, el carácter contagioso de la enfermedad de que se trate, ocasionada por un agente patógeno (AP) que se transmite de un individuo enfermo a uno sano, ya sea en forma directa o mediante un vector que lo transporta. Cada nuevo enfermo se convierte así en foco transmisor de dicho AP que produce nuevos enfermos, lo que conduce a un aumento exponencial en el número de ellos.

Para combatir las epidemias se suele hacer para cada enfermedad específica un modelo sistémico que incluye como partes fundamentales la población de la especie víctima de la enfermedad, de la especie vector y el correspondiente AP; recogiendo en detalle todo el conocimiento disponible sobre las relaciones entre ellas y otras partes involucradas.

Como ejemplo de complejidad extrema citamos en un modelo epidémico que llega a plantear un sistema de 47 ecuaciones diferenciales. En citamos una tesis doctoral dedicada a la dinámica poblacional local del mosquito Aedes aegypti, el vector considerado.

Considerando la epidemia como un sistema cibernético, el objetivo es controlar su evolución hacia el menor número de enfermos en tiempo mínimo, resultando siempre fundamental enfocar la atención en la forma que se produce la transmisión del AP de un individuo enfermo a uno sano; conocimiento que nos permitirá encontrar los procedimientos más eficaces para lograr el objetivo.

El más eficaz conocido hasta ahora es el uso de vacunas. Se medica al individuo sano con un agente preventivo (vacuna) que lo hace inmune a la enfermedad, excluyéndolo como posible foco transmisor. Desafortunadamente, lograr una vacuna suele ser un procedimiento largo y difícil que se realiza por lo general después que se produce una epidemia, que es la que hace enfocar la atención en la enfermedad.

Cuando no existe todavía una vacuna, la atención se pone en la transmisión del agente patógeno del enfermo al sano, lo que favorece el descubrimiento de vectores que transmiten indirectamente dicho agente del enfermo al sano. Una vez identificado un vector, se suele recurrir a su eliminación masiva, lo que desafortunadamente viene acompañado de efectos negativos como la aparición de resistencia en la especie afectada a los agentes empleados contra ella (ya bien conocida en el uso de antibióticos contra bacterias), incluyendo las posibles graves consecuencias imprevisibles de toda alteración del equilibrio ecológico existente.

Analizando en detalle un sistema epidémico, notamos que no todos los individuos de la especie vector participan en la epidemia, sino solo los que entran en contacto con un enfermo, transmitiendo después el agente patógeno a uno sano si se lo permitimos. Podemos aprovechar el contacto del enfermo portador del AP con el vector que no lo tenía todavía, para “contagiar” al vector con un agente anti-epidémico (AAE) previamente suministrado al enfermo (inocuo para él); pero que realizará la crucial función de impedir que dicho vector ya portador del AP lo transmita después a uno sano.

Hablando en términos del modelo epidémico cibernético, estamos fijando nuestra atención en el carácter bidireccional del contacto de un individuo de la especie víctima con un individuo de la especie vector, que lo mismo pasa el AP del vector al sano (enfermándolo) que del enfermo al vector, posibilitando que después enferme a uno sano si se lo permitimos. Lo que planteamos entonces es precisamente no permitirlo, haciendo presente el AAE (a la mayor brevedad posible) en todos los enfermos.

Ya que los enfermos son los focos transmisores del agente patógeno AP, la presencia del Agente Anti-Epidémico en todos ellos elimina la causa fundamental de la epidemia, el contagio, sin el cual la epidemia desaparece en breve tiempo, el necesario para que dejen de existir de modo natural todos los vectores que eran ya portadores del agente patógeno antes de introducir el AAE (afortunadamente, la vida media de los vectores suele ser bastante más pequeña que la de una epidemia sin control).

La presencia del AAE se corresponde seguramente con un mucho más simple modelo cibernético que cuando no está presente al reducir en forma drástica el número de individuos que participan en la epidemia, tanto de la especie víctima de la enfermedad como la de los vectores que la propaga.

El tiempo para suministrar el AAP a todos los enfermos será siempre muy inferior al que se emplea en el intento de acabar con toda la población de vectores, o en tratar a toda la población de sanos aún en el favorable caso de que exista una vacuna. Aunque no excluimos las enfermedades que se propagan directamente sin la actuación de vectores, la concepción del AAE estuvo relacionada con la existencia de ellos.

Desde una perspectiva cibernética, se ha presentado un procedimiento general, simple y potencialmente eficaz para eliminar epidemias, basado en el nuevo concepto de Agente Anti-Epidémico (AAE), cuyo descubrimiento para cada enfermedad promete ser la adecuada prioridad para la investigación científica médica en este tema. Queremos destacar en el AAE su carácter como medicamento que no cura al individuo, pero sí a la especie; contradicción que pudiera explicar por qué su muy apreciada función colectiva, máxima expresión de solidaridad, sea difícil de apreciar por el individuo egoísta que pudiera rechazar su aplicación, con el pretexto de que en nada le beneficia como individuo.