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lunes, 25 de junio de 2018

¿Qué hace diferente al cerebro de los futbolistas?

Por Idefix

El Mundial es una fiebre que cada cuatro años se roba los titulares en todo el mundo. Millones en todo el planeta detienen sus días para disfrutar de un espectáculo que, junto a los Juegos Olímpicos, es de los más esperados y disfrutados de todos. Muchos, por desinformados, o simplemente por ignorantes, piensan que este deporte se trata básicamente de ver a 22 tipos persiguen sin sentido un balón durante noventa minutos. Incluso si tuvieran razón, esas personas están dejando de ver la enorme capacidad que se necesita para controlar una pelota con los pies y hacer cosas tan increíbles como un sombrerito, una roulette, también conocida como marsellesa, o una rabona.

Muchas personas desinformadas o simplemente ignorantes, piensan que este deporte es básicamente un juego en que 22 tipos persiguen sin sentido un balón durante noventa minutos. E incluso si tuvieran razón, están dejando de ver la enorme capacidad que se necesita para controlar una pelota con los pies y hacer cosas tan increíbles y fantásticas como un sombrerito, una rabona o una roulette, también conocida como marsellesa.

La capacidad para usar su tren inferior, con el que demuestran un gran dominio con la esférica, representa una significativa diferencia con respecto a otras disciplinas como el voleibol, el balonmano, el bádminton o el tenis, cuyos practicantes en su inmensa mayoría se valen de las extremidades superiores para ejecutar las acciones de juego. Ante tal evidencia se impone la pregunta: ¿esto hace, de alguna forma, diferente el cerebro de los futbolistas?

Para algunos investigadores no queda la menor duda, mientras que otros afirman que no existe ningún factor que los convierta en seres extraordinarios desde el punto de vista de la función cerebral.

Lo que sí está claro es que las manos tienen un plus a su favor, pues según explican los expertos, al interior de la corteza cerebral existen algunas zonas sensoriales y otras motoras, las cuales se encargan de regir la musculatura corporal, y en donde las manos están sobrerrepresentadas. El punto es, según el neurólogo y profesor de la Escuela de Medicina de Harvard, Jeffrey Holt, que hay demasiadas neuronas que manejan las manos en ambos lados: el sensorial y el motor, mientras que los pues normalmente están poco representados, pues hay muchas menos células cerebrales que controlan su funcionamiento.

Por ese mismo motivo, para un conocedor como Holt, el fútbol puede definirse como una exhibición exitosa de la asombrosa plasticidad del cerebro humano. Él cree que en el caso particular de los futbolistas, quienes se centran casi totalmente en el uso de sus piernas, muy posiblemente tengan mayor cantidad de neuronas que una persona regular.

Claro que a Holt no lo avala solamente su experiencia, sino que desde la teoría tiene razones para pensar de esta forma. Desde hace nueve años, y usando la vía de la resonancia magnética (MRI, por sus siglas en inglés), ha analizado junto a científicos italianos el cerebro de varios futbolistas, lo cual lo ha llevado a concluir que el entrenamiento que ellos realizan lleva a una tener un cambio o reorganización en su corteza sensorial-motora.

En 2005 ya se había realizado un estudio que involucró un monitoreo de la actividad eléctrica cerebral de los jugadores de fútbol, así como su comparación con los seres humanos que no se dedican a practicar asiduamente este deporte. Como resultado de ese análisis, se determinó que sucedieron cambios plásticos en la corteza cerebral de los balompedistas debido a las respuestas eléctricas más intensas y veloces vinculadas con los ejercicios del tren inferior, mientras que en el caso de las otras personas, no se notó ninguna diferencia al realizar trabajo con la parte superior del cuerpo.

A pesar de semejante evidencia, muchso consideran que este tipo de particularidades no son para nada sorprendentes. Estanislao Bachrach, doctor en biología molecular y máster en coaching deportivo y alto rendimiento, opina que es una enorme certeza el hecho de que al nacer tenemos una programación genética estandarizada que implica que el desarrollo del cerebro está más predispuesto y preparado para que de mayores usemos más las manos que los pies.

Aunque los futbolistas practiquen tocando el balón desde chiquitos, lo cual da muestras fehacientes de la plasticidad cerebral, no es algo de lo que asombrarse, pues se trata de una capacidad inherente al cerebro. Es por esto que no se cree que los futbolistas sean para nada “seres especiales”.