Entre el género y la sexualidad, una construcción social
En la actualidad la comunidad científica no logra llegar a un consenso en cuanto a la definición exacta del concepto género. Sin embargo la gran mayoría coincide en que se trata de: "una construcción social y cultural anclada en la diferenciación sexual". Existen numerosas concepciones sociales asociadas a las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer, lo cual ha dado paso a la división sexual del trabajo. Estas diferencias observables entre el sexo masculino y femenino establecen, desde las concepciones sociales, determinadas funciones: la mujer la de reproducir y el hombre la de producir, ya que las féminas son las que han asumido históricamente el rol de ama de casa y el hombre el del sustento del hogar que implica otro tipo de relaciones.
El concepto de género es una construcción socio-cultural con un carácter dinámico, ya que a través de la historia se ha ido transformando según las condiciones políticas, económicas, culturales y sociales de una determinada sociedad.
Las diferencias entre la mujer y el hombre, que aún hoy perduran reflejan una lucha en la que la mujer siempre resulta vencida porque siempre se ha visto como lo más natural. La Sociología se ha caracterizado por un discurso androcéntrico donde ha predominado el enfoque del hombre al delimitar el objeto de estudio, los métodos e inclusive el andamiaje teórico y conceptual se ha elaborado a partir de esas premisas.
Se pueden distinguir varias tendencias dentro del pensamiento social con respecto al análisis del género. Algunas ni siquiera reconocen que existe una discriminación del hombre hacia la mujer, otras reconocen que existe una desigualdad de derechos y de funciones pero lo perciben como algo natural. No es hasta finales del siglo XIX, que empiezan a actuar los movimientos feministas que comienza a aflorar un pensamiento defensor de la mujer desde las Ciencias Sociales.
Augusto Comte, padre de la Sociología y precursor del positivismo, consideraba que las mujeres, junto con las clases trabajadoras, tenían mejores valores morales y por tanto eran los grupos sociales fundamentales para el desarrollo del pensamiento positivista. Sin embargo, reconociendo el aspecto emocional de las mujeres, las seguía relegando al papel reproductivo de madre, esposa y ama de casa. Aunque eran las encargadas de estimular esas ideas positivas, en la sociedad positivista, el poder seguía perteneciendo al hombre, tanto en la vida social como en el hogar.
Emile Durkheim mantiene la posición de Comte: el hombre debe insertarse en la vida social, establecer relaciones y la mujer solo tiene la función ‘’natural’’ de reproducir, asumiendo el hombre las funciones intelectuales y la mujer las funciones afectivas. Para Durkheim esas diferencias entre cada sexo van a hacer que los hombres y las mujeres se unan y den continuidad a la especie, como expresión de solidaridad conyugal.
La mayoría de los sociólogos de la época apoyaban este discurso androcéntrico, en el cual la mujer debe cumplir las funciones menos atractivas y el hombre se favorece con una vida laboral e intelectual fuera del ámbito doméstico. Esta idea la consolida TalcottParson que elabora una teoría de la familiaen la que expone que la diferenciación de funciones entre los dos sexos es determinante para el equilibrio social.
Estas relaciones de funciones que declaran estos pensadores clásicos, la cual está dada por el sexo biológico, refleja la máxima diferenciación. En la vida social se establecen relaciones diferentes a la vida doméstica, esta se asocia con la realización personal, el esparcimiento intelectual, hechos que se le han negado a la mujer históricamente. Si bien la vida doméstica, que incluye el cuidado de los hijos, es reconfortante, tanto el hombre como la mujer necesitan de la participación en todos los ámbitos para cumplir su papel como actor social.
Entre los que ya visualizan el fenómeno como una relación de explotación entre el hombre y la mujer está Karl Marx y Federico Engels, los cuales reconocen a la mujer como sujeto social transformador. De acuerdo a la división sexual del trabajo, afirma Engels, al hombre le correspondía abastecer a la familia de los alimentos necesarios, por tanto se apropia de los instrumentos de trabajo necesarios para dicha actividad y así el hombre se ganaba una posición más importante dentro del núcleo familiar, porque se convertía en el sustento del mismo. Por lo cual la mujer se convirtió en otro instrumento más para el hombre: el instrumento de reproducción.
El enfoque de género desde el pensamiento feminista ha sido tratado de manera muy diferente. Las feministas comenzaron a denunciar la situación de desigualdad, rechazaron y pusieron en claro las características de la sociedad patriarcal que vivían. Defendieron los derechos de la mujer, propusieron un nuevo orden social, económico y político basado en una perspectiva de equidad de género, estos fueron sus principales aportes. Entre las mujeres que resaltan dentro de esta corriente se encuentran Mary Wollstonecraft, Simone de Beauvoir, Flora Tristán, Betty Friedman, Alexandra Kolontai, Virginia Woolf y Clara Zetkin.
Se puede llegar a la conclusión que los autores clásicos sociales abordaron las relaciones de género desde un punto de vista masculino, manteniendo así la posición de subordinación de la mujer. Si bien Marx y Engels lograron reconocer la relación de explotación existente entre ambos sexos, no ofrecieron una propuesta conceptual con el fin de transformar esa situación.