Enviar por email

tu nombre: email destino: mensaje:
Nombre de Usuario: Email: Contraseña: Confirmar Contraseña:
Entra con
Confirmando registro ...

Edita tu perfil:

Usuario:
País: Población: Provincia:
Género: Cumpleaños:
Email: Web:
Como te describes:
Contraseña: Nueva contraseña: Repite contraseña:

miércoles, 23 de mayo de 2018

Argentina ya no tiene dictadores

Por Geralt

La gran mayoría de medios de prensa argentinos refirieron durante jornadas recientes la muerte de Reynaldo Bignone, el último dictador de esa nación suramericana. El ex general falleció a los 90 años de edad en uno de los hospitales del ejército, ubicado en la ciudad capital de Buenos Aires. Bignone oprimió al país entre julio de 1982 y diciembre de 1983. Organizaciones que trabajan para defender los derechos de las víctimas de las dictaduras militares, como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, señalan que este siniestro personaje permanecerá en el recuerdo de todos como un terrible genocida sediento de sangre y sin compasión.

Según pesquisas realizadas luego del derrocamiento de los políticos opresores, sobre la conciencia del exmilitar pesaban horribles crímenes como torturas, desapariciones forzadas, apropiaciones ilegales de infantes entre otros. Para Nora Cortiñas, miembro de Línea Fundadora una de las dos agrupaciones que se derivan de Abuelas de Plaza de Mayo, los actos de Bignone aseguraron que nadie sea capaz de reivindicar su figura jamás.

Fuentes cercanas al hospital donde ocurriera el deceso enfatizaron que el dictador murió debido a dificultades asociadas a una cirugía de cadera la cual le fue realizada en el Hospital Militar Central de la capital. Durante los últimos años, varios jueces argentinos habían dictado contra Bignone numerosas sentencias de cadena perpetua a causa de delitos de lesa humanidad. Sus más acérrimos críticos aseguran que llegó a separar a hijos de sus padres biológicos, los cuales se encontraban en prisión a causa del régimen político-militar. También bajo su mandato se suman cuantiosos secuestros, homicidios y torturas. Tristemente, como otras tantas figuras negativas de la historia argentina, el dictador se llevó muchos de los secretos de sus delitos a la tumba.

Reynaldo Bignone asumió de facto la presidencia de Argentina a partir del primero de julio de 1982. Su entrada en el gobierno estuvo vinculada a la deposición del también dictador Leopoldo Galtieri luego de la derrota que sufriera la nación suramericana a manos del Reino Unido en disputa por las Malvinas. Una de sus primeras medidas fue convocar a elecciones, pero también se aseguró de destruir importantes documentaciones relacionadas con los asesinados, las detenciones y torturas cometidas por sus predecesores. Por otro lado, aprobó un Amnistía que benefició a los miembros de las Fuerzas Armadas que cometieron actos horribles contra miles de personas. Dicha ley fue abolida por Reúl Alfonsín, primer presidente electo en democracia, luego de que Bignone cediera el poder en diciembre de 1983 luego de perder los comicios electorales.

Estela de Carlotto, presidenta de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo afirmó que “quienes lloran la muerte del terrible dictador no hace más que lamentar la partida de un deleznable hombre siempre capaz de matar. Cuando le fui a rogar por la vida de mi hija en diciembre de 1977 ni siquiera se inmutó. No era más que un genocida resulto a enorgullecerse de las dolorosas e impía muertes que propiciaba a sus víctimas”.

Durante sus años como militar, Bignone recibió progresivos ascensos. Prosperó significativamente durante la dictadura iniciada a finales de los años 70. En aquella época era el máximo responsable del Hospital Posadas, el cual se encontraba a las afueras de Buenos Aires, y en el que operó un centro secreto de encarcelamientos. Por otro lado también estuvo al frente de Campo de Mayo, un puesto del ejército ubicado en la periferia de la capital. En esa guarnición tuvieron lugar otros crímenes de lasa humanidad. Debido al rol que jugó en esas dos instalaciones recibió las principales condenas perpetuas que les imputaron.

De acuerdo con organismos dedicados a la defensa de los derechos humanos, hasta la conclusión de la dictadura en 1983, cerca de 30 mil personas desaparecieron radicalmente. Muchos de ellos sufrieron por torturas y vejaciones irrepetibles. Muchos de ellos fueron activistas políticos y sociales que se oponían al régimen, así como guerrilleros y otros luchadores no armados, además de estudiantes sindicalistas y artistas. Por otro lado, al menos 500 hijos nacidos en los centros de reclusión fueron alejados de sus familiares y entregados a personas que apoyaban a la dictadura.